Todos los gatófilos creeemos en la vinculación del olfato y el gusto con este tema pero tratándose de los bigotudos amiguetes deberíamos ya saber que eso es demasiado sencillo para ellos y que necesitan aplicar un tercer sentido parahacer más interesante eso de ganarse las habichuelas. A saber: EL OIDO. Ahora vereis de que manera tan sorprendente incide la finura de ese sentido en la alimentación felina.
Para confirmación de ese dato nos ceñiremos a la más universal de las pruebas: una va a la cocina, abre un armario haciendo menos ruido que un fantasma, toma una minilata y hace un clik que ni los radares del Pentágono detectarían a un metro y....SORPRESA: cuando te vas a dar la vuelta para llamar con un potente chorro de voz a la tropa (en mi caso), va y se encuentra con ocho ojos expectantes por ver cual es la delicatessen del día. Una se pregunta como es posible que en otras ocasiones te desgañites llamándolos sin éxito alguno hasta que tienes que ir tu al sitio. Entonces se te enciende la luz y piensas que si Goya estaba teniente del oído, a lo mejor es que ellos también van para artistas y te consuelas. Después, piensas en el pequeñísimo clik de la lata y llegas a la conclusión de que genios no se si serán, pero que el oído si que lo tienen finísimo.
De ahí se deduce que con esta peculiaridad se come más, sobre todo si llegas el primero, y por supuesto MEJOR, ya que no te molestan los demás.
Pasemos al olfato. Cuando, extrañamente, una ve que se acercan lentamente hasta la comida en lugar de correr como posesos al ansiado ágape, es que su delicado sentido ha detectado que el menú del día no merece esfuerzo alguno, así que proceden a mirarlo con cara de pena, dando vueltas alrededor de los comedores y finalmente, cuando se deciden a poner el hocico en alguno de ellos, solo es para sacar delicadamente cuantos trozos les de la gana y los esparzan por el suelo. Quiero pensar que lo hacen con la inocente idea de que el paseo por las baldosas les mejorará el rancho y no para fastidiar.
Cuando una pasa a reñirles, ya que para más inri sus latas son como patés, quedando un pastiche de cuidado, los angelitos te miran interrogantes y seguramente pensarán que son unos incomprendidos, ya que la única finalidad de ese esparcimiento es el ayudar altruistamente a que todo morador de la cocina salga de casa habiendo practicado deporte, es decir, algo parecido al skating cuando se resbala. También habrán pensado en que alguna hormiga podrá alimentarse sin esfuerzo alguno gracias a su contribución. Que buenos....
Vayamos al Gusto. Una sabe que lo tienen.... aunque dudoso al raciocinio humano. Y si no ¿porqué cuando uno se espera que poniéndoles lo último en nouvelle cuisine felina, tipo "bocaditos de salmón con petite juliana " o "taquitos de cordero en salsa de gamba langostinera" etc.etc., pasan de ávida expectación al terrible insulto de la indiferencia?-
La respuesta está en que los pobres no ven la tele y no se han enterado que los gurus de la cocina de ahora son Adriá, José Andrés, Berasategui y Cía. y que por tanto no están nada influenciados por esas corrientes transformadoras que convierten un simple pollo guisado en "ESPUMA DE ETEREA AVECILLA AL AROMA DE ARMAGNAC" y eso que una cree que les ha dado una educación exquisita.
Por el contrario, cuando una llega a casa con su bolsa de pollo al ast, antes de sacarlo ya la empujan con el hocico al objeto de que no te olvides de ellos y no hablemos de las vulgaris sardinas asadas. Lo más de lo más. En un parpadeo habrán desaparecido de sus comedores dejándolos como los chorros del oro, signo inequívoco de satisfacción gatuna. Y con las latas de su gusto, lo mismo. Y si es posible repetir el menú cada día, mejor. Los cambios siempre se los miran con recelo, por no decir ASCO.
Para confirmación de ese dato nos ceñiremos a la más universal de las pruebas: una va a la cocina, abre un armario haciendo menos ruido que un fantasma, toma una minilata y hace un clik que ni los radares del Pentágono detectarían a un metro y....SORPRESA: cuando te vas a dar la vuelta para llamar con un potente chorro de voz a la tropa (en mi caso), va y se encuentra con ocho ojos expectantes por ver cual es la delicatessen del día. Una se pregunta como es posible que en otras ocasiones te desgañites llamándolos sin éxito alguno hasta que tienes que ir tu al sitio. Entonces se te enciende la luz y piensas que si Goya estaba teniente del oído, a lo mejor es que ellos también van para artistas y te consuelas. Después, piensas en el pequeñísimo clik de la lata y llegas a la conclusión de que genios no se si serán, pero que el oído si que lo tienen finísimo.
De ahí se deduce que con esta peculiaridad se come más, sobre todo si llegas el primero, y por supuesto MEJOR, ya que no te molestan los demás.
Pasemos al olfato. Cuando, extrañamente, una ve que se acercan lentamente hasta la comida en lugar de correr como posesos al ansiado ágape, es que su delicado sentido ha detectado que el menú del día no merece esfuerzo alguno, así que proceden a mirarlo con cara de pena, dando vueltas alrededor de los comedores y finalmente, cuando se deciden a poner el hocico en alguno de ellos, solo es para sacar delicadamente cuantos trozos les de la gana y los esparzan por el suelo. Quiero pensar que lo hacen con la inocente idea de que el paseo por las baldosas les mejorará el rancho y no para fastidiar.
Cuando una pasa a reñirles, ya que para más inri sus latas son como patés, quedando un pastiche de cuidado, los angelitos te miran interrogantes y seguramente pensarán que son unos incomprendidos, ya que la única finalidad de ese esparcimiento es el ayudar altruistamente a que todo morador de la cocina salga de casa habiendo practicado deporte, es decir, algo parecido al skating cuando se resbala. También habrán pensado en que alguna hormiga podrá alimentarse sin esfuerzo alguno gracias a su contribución. Que buenos....
Vayamos al Gusto. Una sabe que lo tienen.... aunque dudoso al raciocinio humano. Y si no ¿porqué cuando uno se espera que poniéndoles lo último en nouvelle cuisine felina, tipo "bocaditos de salmón con petite juliana " o "taquitos de cordero en salsa de gamba langostinera" etc.etc., pasan de ávida expectación al terrible insulto de la indiferencia?-
La respuesta está en que los pobres no ven la tele y no se han enterado que los gurus de la cocina de ahora son Adriá, José Andrés, Berasategui y Cía. y que por tanto no están nada influenciados por esas corrientes transformadoras que convierten un simple pollo guisado en "ESPUMA DE ETEREA AVECILLA AL AROMA DE ARMAGNAC" y eso que una cree que les ha dado una educación exquisita.
Por el contrario, cuando una llega a casa con su bolsa de pollo al ast, antes de sacarlo ya la empujan con el hocico al objeto de que no te olvides de ellos y no hablemos de las vulgaris sardinas asadas. Lo más de lo más. En un parpadeo habrán desaparecido de sus comedores dejándolos como los chorros del oro, signo inequívoco de satisfacción gatuna. Y con las latas de su gusto, lo mismo. Y si es posible repetir el menú cada día, mejor. Los cambios siempre se los miran con recelo, por no decir ASCO.
2 comentarios:
yo creo que si que miran la tele pero son mas listos que nosotros:)
Desde luego que la miran. Todos ellos, cuando ven una pelota en un partido la siguen con los ojos y la quieren tocar con sus patitas. Difícil de creer ¿verdad?, ¡Pues es cierto!
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