sábado, 10 de noviembre de 2007

Cuidados y aseo ¡Manda Bigotes! Capítulo Cuatro

Desde su más tierna edad, estos peludos angelitos desarrollan un gusto por el aseo pelín exagerado en relación a los humanos, ya que después de cada función que realizan, aunque no sean muchas, lo practican. A saber:

Cuando se despiertan, previo paso hasta ir a buscar el desayuno, lo primero que hacen es lavarse su delicada faz. Eso sí, no con mucho ahínco ya que el clik de la lata los pone a cien, y rápidamente dejan la tarea, para practicar la de correr veloces a la cocina.

Después de comer, se dirigen a cualquier sitio donde apoyar los lomos y se limpian la cara hasta no dejar ni rastro.

Cuando visitan su aseo, pasan más rato cubriendo lo que hayan dejado que en hacerlo, dejándo la cubeta de arena más que presentable para la próxima visita. Pero amigos.... como en todas las familias siempre hay esa honrosa oveja negra que contradice lo anterior y se deja "algo" colgando, cosa que tampoco es preocupante para su higiene porque rápidamente se dará cuenta y buscará una buena colcha o un buen sofá, en donde arrastrar su trasero en un ejercicio que a la vista humana resulta bien sorprendente, ya que es como practicar esquí pero sentado (eso en invierno) y en verano hará lo propio pero en el suelo, habilidad que dejará, en ambos casos, huellas difíciles de borrar como no te des cuenta al momento.

El pelaje. Ellos mismos se practican un cepillado exhaustivo en su poblado cuero cabelludo, consistente en dos modalidades. Una: lamidos interminables que les pueden dejar como el John Travolta en Grease ó dos: revolcarse en las superficies de su gusto, véase jerseys de lana bien plegados, mantas, colchas, toallas. etc. o sea, superficies de su exquisito gusto donde dan vueltas y vueltas hasta depositar infinidad de pelos multicolores con los que nos podíamos hacer una peluca cada día.

Mención especial merece el sofá y en algunos casos, un buen sillón. Es su lugar de aseo favorito y el más polivalente. En ambos elementos se sentirán mejor que en el más lujoso baño de Porcelanosa y allí se dejarán, literalmente, desde los bigotes hasta las uñas, pasando por todo resto de comida que su estómago no haya digerido( horribilis vómitus), hasta todo tipo de cacería practicada en los únicos momentos de trabajo a los que los animalitos se dedican: hormigas, moscas, etc. Todos esos trofeos, también los dejan bien a la vista para que veamos que se ganan el pan que se comen, y claro está, no podrían depositarlos en otro lugar mejor que nuestro sitio preferido al llegar a casa.

En ambos elementos de descanso, así como en la cama, también desarrollarán, aparte del aseo, una vena artística a la que los humanos no le sabemos encontrar el gusto: sacar hilos e hilos y contra más, mejor, muestra a la que los dueños sólo podemos asistir de dos maneras, cabreados o resignados. Ante el cambio del elemento por atroz desgaste y ruina, los angelitos se pensarán que estamos tan satisfechos con su labor que les ponemos algo nuevo para que disfruten con sus habilidades, y por tanto no nos defraudarán. Seguro que piensan que se tienen que afanar y cada vez van a poner más y más esmero en esa ardua tarea.

Si creemos que para el afilado de sus uñas hemos encontrado el utensilio ideal que nos va a librar del mencionado hobby...vamos finos. Una va a la boutique a rascarse el bolsillo por enésima vez y le compra un maravilloso armatoste rascador que ha visto en el catálogo. Las medidas se las traen. Has de tener un espacio libre que para tus cosas quisieras, pues entre alto y ancho ocupa lo suyo. Pues bien, pasan por delante, lo miran de reojo, lo tocan despacito como si mismamente se enfrentaran a KING KONG y finalmente se dan la vuelta aburridos de la vida. Conclusión: al cabo de muchos, muchos días de esperar reacción alguna, lo quitas irremediablemente para indilgarlo a algún amigo neófito en el felino tema. Que cargue él con el muerto....

Después de comprarles lindezas para todo, pasas a lo más rústico: el felpudo. Por fín crees que has encontrado la solución y por unos instantes te crees Einstein. Se lo compras rudo y grueso para que se dejen allí las uñas y hasta la piel si es necesario. Grandioso error. A los peludos misinos les gustan las alfombras finas, finísimas y delicadas, mayormente con objeto de meterse debajo y correr por dentro como el AVE haciendo alocados zigszags, con lo que la desplazan a su gusto y la arrugan más que una pasa. Eso sí, les hemos dado un gusto que les hace creer que eso no es para nada un elemento de aseo si no más bien de juerga.

Indirectamente también contribuyen al aseo del amo. Una se levanta, se toma su café, se despeja y horreur.... empieza a ver por el piso más pelos que en un Llongueras por Nochevieja, con lo cual o una se vuelve Steve Wonder o lo más probable será que acabe como una delicada tiquismiquis a la que se verá la mayor parte de sus horas libres pegada al aspirador, mopa, escoba o cualquier otro utensilio del estilo. Una opta por lo segundo, más por verguenza que por ganas, con lo cual se llega a la conclusión de que tienes que agradecerles a los misinos que te hayan convertido en una damita superlimpia y que ellos te vean como una hada de la varita, en mi caso del palo.

También se podría hacer un estudio sobre porqué teniendo la cubeta de su aseo a muchos metros del humano dormitorio, hay días que no sabes si salir de él en zapatillas o en camello, dada la arena que te vas encontrando al paso. No es que el volumen de para hacer un castillo, pero extraño si que es.

Optas por la cristiana resignación y ala, a barrer. Así, varias veces al día cuando hay más de un gato. Y hablando de la cubeta, todavía puedes agradecerles de que no les fallen esos ejercicios de equilibrio en los que consiste en mantenerse erguidos mientras hacen algo y no salga nada por fuera. Gracias bonicos, gracias.

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