jueves, 20 de diciembre de 2007

martes, 18 de diciembre de 2007

jueves, 13 de diciembre de 2007

miércoles, 12 de diciembre de 2007

martes, 11 de diciembre de 2007

lunes, 10 de diciembre de 2007

jueves, 6 de diciembre de 2007

MERLÍN, ¡Manda bigotes! Capítulo 10

Un buen día, por llamarlo de alguna forma, a alguien de esta familia se le ocurrió que con tres gatos no había suficiente, y que sería bueno añadir algún cachorrito que diera "vidilla" a los otros que ya estaban en la denominada edad del pavo, o sea, tres años dos y uno el último. Como se verá, la tranquilidad duró poco y esa intención se cumplió en un suspiro.

La gata de una amiga había tenido cachorritos, y una, en lugar de mantener la boca cosida y cerrada a cal y canto, se le ocurre publicitarlo de tal manera, que ni anunciándolo en TV se hubiera propagado antes. La cosa fué rapidísima y Merlín aterrizó en esta casa, no si antes hacer una declaración de intenciones, por parte del miembro portador del cachorro, más contundentes que las de un presidente jurando su cargo: "De éste ya me ocuparé yo enteramente...", "Tu tranquila que del veterinario ni te preocupes..." , "Ya verás como será el último...." etc. etc. etc.
Y una, haciendo gala de una ingenuidad rayana a la tontería, va y se lo cree. No sin reticencias, claudica y cuando ve al animalito, ya es que ni se lo plantea. Así de sencillo.

Merlín era, literalmente, como un pequeño tigre rayado en gris, blanco y negro, que solo vernos ya intuyó que la lactancia se le acababa y que la cosa iba a ir de rapto impune. Así fué, efectivamente. El gato fué el último en abandonar su casa natal donde había estado plácidamente con su madre, y a la hora de marcharnos con él, lo hizo con una resistencia troyana. Alaridos dignos de un gran felino y arañazos de aquí te espero, mostraban ya un carácter de rebelde con causa que ya dió que pensar. Pero eso sí, el gatito ya estaba asignado y dar marcha atrás no era muy digno.

Adaptarse a la casa y a los otros tres no fué tarea fácil. Lo dejamos en el primer momento dentro de una caja de cartón lo suficientemente alta para que no se pudieran meter los otros ni salir él. Así se irían husmeando sin poder agredirlo. ¡Que ingenua otra vez! Ya el gatito apuntaba tigresas maneras y así que intuía expectantes presencias cerca de su bunker, gruñía de una manera que a los otros les debía de sonar a manada de rinocerontes, ya que salían corriendo en masa hasta nueva intentona, y eso que Merlín sólo tenía UN MES.

Muy poco duró su cautiverio. El mismo día, todavía aún no se como, salió de la caja y tambaleante, dada su corta edad, se empezó a buscar la vida. Para comenzar, fué a comer donde todos los demás y se agarró al pienso como si de caviar iraní se tratase. En un plumazo pasó de la lactancia a la alimentación adulta sin ninguna contemplación. Intenté ponerle dieta apropiada para cachorros, pero tarea inútil. Al gato le gustaban más los sabores contundentes y en cuanto a los dientes no había problema, ya que casi sin ellos, tenía una fuerza de mordida de la que, doy fé, no se escapaba nada para afuera. Mientras, los otros lo contemplaban gruñendo, pero desde lejos, viendo como el advenedizo, se zampaba su rancho en un plisplas. La cosa iba a estar reñida a partir de ahora.

En ese mismo momento, los demás tuvieron constancia de que por mucho que intentasen intimidarlo no iban a conseguir su propósito y que iban a pasar de plácidos residentes a cabreados invadidos. Efectivamente, durante muchos días, al sonido del pienso al caer a los comedores o el click de la lata, el pequeño corría como un Valentino Rossi y llegaba antes que los demás y se agachaba a comer, profiriendo disuasores gruñidos al efecto que no lo molestase nadie mientras. Se llenaba tanto que arrastraba su pequeña barriga por el suelo y después se iba a descansar del esfuerzo, allí donde más le placía. Normalmente también solía ser algún lugar predilecto del resto, a lo cual asistían atónitos y a pesar que le demostraban su malestar, el cachorro ni se los miraba. En todo caso, todavía osaba a gruñirles él como si estuviera ofendido.

Con el paso de los días, los otros tres pensaron aquello de que "si no puedes con el enemigo únete a él" y vaya si lo hicieron. El siamés Follét fué el primero en darse cuenta de las ventajas de la rendición y empezó a tratarlo como si de un hijo se tratara, acompañándolo a una prudente distancia, a todos los lugares. Si el cachorro iba a comer, Follét le acompañaba permitiéndole que se saciase antes y cuando Merlín estaba casi lleno, se atrevía ya a comer él también, en una señal inequívoca de un futuro compincheo que dura hasta hoy. Los otros tomaron buena nota y aunque tardaron muchos, pero que muchos días en resolver el tema, lo consiguieron. Para eso tuve que intervenir colocando un recipiente para cada uno, al que todos tienen asignado el propio y lo que es curioso es que cada uno de ellos va siempre al mismo, es decir, es como si llevaran un nombre y ellos pudieran distinguirlo. Misterios gatunos.

Cuando colocaba a Merlín en su pequeña cama para que durmiera, Follet se iba con él enroscándose hasta el infinito al objeto de caber los dos, tarea imposible para mí pero no para ellos tal como demuestran muchas fotos de entonces en las que no se sabe bien si es un ovillo de lana multicolor o un híbrido de algo raro lo que se está mirando. Merlín adoptó a Follet como si de una niñera se tratase y éste se encargó de que los demás lo aceptasen poco a poco, más por resignación que por hermandad, y eso también perdura hasta hoy.

Efectivamente, los demás siempre se lo han mirado con distancia y con enorme respeto, ya que el pequeño misino de menos de un kilo que vino a casa, se ha convertido en un enorme gato de siete kilos, al que la dieta le hace estar con el ceño fruncido la mayor parte del día. No es nada agresivo pero su presencia impone dado el empaque de su figura y tiene un aire de seriedad que ni los jueces lo superan. También tiene aficiones informáticas ya que es el que más teclea en el ordenador y hasta ha llegado a sacar una tecla y hacerla desaparecer hasta el día de hoy. Atónito se quedó el operario que me vendió otra de repuesto, y ante su cara creo que todavía no cree la versión del robo del gato. No saben ellos de las habilidades felinas....

Siempre está cerca y es como una enorme sombra que acompaña silenciosamente allá donde se encuentre una. El único inconveniente está en que cuando se coloca encima de las piernas, se va a necesitar después un ejercicio de tonificación, ya que dado su peso, se te pueden llegar a dormir con el consiguiente malestar pero ¿quién se resiste a la placidez que da el sueño de un gato? y ¿quién lo quita de encima para que te mire después con cara de huerfanito?. Yo no, desde luego. Pues ala, a aguantar.
Yo pensé que con Merlín estaba el cupo lleno y así me lo creí durante algunos años. Era feliz porque todos estaban bien adaptados y cada uno tenía sus lugares y sus costumbres a las que también estábamos ya resignados los humanos. Y en esa calma chicha que parecía eterna, tenía que venir la tormenta tropical. Se llamó Escarlata y sus efectos devastadores duran hasta hoy. Continuará...

miércoles, 5 de diciembre de 2007

miércoles, 28 de noviembre de 2007

martes, 27 de noviembre de 2007

lunes, 26 de noviembre de 2007

Follet ¡Manda Bigotes! Capítulo Nueve

Tal como decía en el capítulo anterior, el siguiente gato no tardó en llegar. Habían pasado sólo dos años desde que entraron en casa Lua y Pepo. Recuperarlos de salud fué un trabajo más arduo y penoso que el sumario de la "Operación Malaya". Y adaptarlos a una casa, después de estar cuatro meses asilvestrados, fué otro trabajo goloso. Pasaron muchos meses en que sólo salían por la noche y eso era porque tenían hambre. Se pasaban los días escondidos en no se sabe que rincones, con lo que, cuando tenía que medicarlos hacía acopio de paciencia y sobre todo de tiempo para poder encontrarlos, pero finalmente, después de casi dos años, parecía que la cosa iba viento en popa y empezaban a sociabilizarse. No tanto como la Preysler, pero llegaron a un nivel de apariciones públicas aceptable y sus estancias cada vez más largas en el sofá o por la cama, así lo demostraban. Toda parecía encaminado hasta que...

UN DÍA SUENA EL TELEFONO: "Mamá, me han regalado un gatito".Se hizo un silencio largo y premonitorio y tragué saliva. Inmediatamente reaccioné y le dije a la niña: "Que detalle, pero devuélvelo". Después, cientos de advertencias consabidas, como que los gastos, que estará solo todo el día, que es una responsabilidad, bla, bla, bla. Y ella, naturalmente, ni caso. Vivía en una isla y por tanto había mar por medio, así que no temió para nada que yo cogiera los bártulos para ir a disuadirla y por otro lado tampoco lo hubiera conseguido. Con ese gabinete de crisis lo mejor era esperar a que se cansase de él. Y si os preguntaís porqué tanta preocupación si no era mi problema, pues la respuesta es bien sencilla: No era, pero lo sería a no mucho tardar.

No soy pitonisa pero desde luego podría dedicarme. Mis predicciones de alertas nunca fallan y en esta ocasión menos. A los pocos días de la noticia se presentan en Barcelona hija y gato. Era Navidad y Papá Noel venía con el regalo. Cuando lo ví por primera vez pensé más en un corderito que en un felino, tal era el grado de mansedumbre del cachorro. Había venido todo el viaje en avión acurrucado en los brazos de ella y al salir por la terminal del aeropuerto seguía igual.Luego, con un pequeño arnés se paseó hasta el coche con una maestría que me dió que pensar y entendí rápidamente que para sus tres meses era ya un maestro de seducción. Encima era guapo a rabiar, un siamés de ojos increíbles y enormes bigotes al que le faltó tiempo para apoltronarse en brazos todo el camino hasta llegar a casa. El tío estaba haciendo méritos ya....

Sobra decir que cuando pasó la Navidad su dueña se marchó y el gato se quedó en casa. La cosa fué como sigue: el siamés era una monada pero, que casualidad, venía lleno de hongos y el veterinario catalán debía ser mejor que el palmeño, así que con esta flagrante excusa se quedó el bicho para se tratado. Cuando los hongos desaparecieron, el gato continuó en casa.

La adaptación del minino a los otros dos que ya estaban, es digna de mención especial. Durante muchos días hubo que dividir la casa como las dos Alemanias con el muro por medio, ya que los bufidos del pequeño cuando husmeaba a los otros, eran para ponerse a mil. El gato venía sobrado y era menudo pero matón. Tenía un aire de sheriff del far west que ponía a los otros dos con los pelos erizados la mayor parte del día y sólo cuando hubieron pasado quince días los eché a los tres al ruedo, o lo que es lo mismo, los junté definitivamente al objeto de que o se sociabilizasen entre ellos o se despellejasen. Ellos mismos.
Hay días en que empiezas a creer en que algo hay, que una fuerza superior te pone o arregla problemas, según el día y desde luego, depués de tantos bufidos y erizamientos, observé atónita ese día, como el chulito siamés se paseaba triunfante por delante de los morros de los otros, que lo miraban atónitos como si de un general del Pentágono se tratase. En ese preciso momento, el gato tomó conciencia de que iba a mandar, y mucho, en esa manada, pero no contaba con la estatura de Pepo que era para tener en cuenta también. Así fué creciendo y el cachorro arrogante les hacía la pascua continuamente hasta que Pepo se ponía firme y le enseñaba su poderoso lomo enervado y alguna que otra vez las uñas. Entonces el siamés, después de una resistencia moderada, ponía la directa y se retiraba no sin un aire de chulo playa como diciendo: Me voy pero volveré a por tí. Con la gata, lo mismo pero un poco más. Al ser menuda la mandaba fuera de donde estuviera así que la veía bien colocada, claro está para ponerse él y se quedaba tan ancho. Consecuencia, cuando la gata le veía venir hacia donde estaba ella, ya directamente se iba a la otra punta del piso y eso que el gatito era un recién llegado y por tanto aún no se había ganado los galones.

Con el paso de los años, gracias a todos los hados, las cosas han ido relajándose y el gato siamés al que llamamos Follet (duende) se ha convertido en un madurito un poco neuras pero muy tranquilo y afectuoso. Siempre está encima y es fotogénico cual Richard Gere mismamente, prueba de ello en este mismo blog. Capítulo aparte merecen sus manías, una de ellas la de meterse en la bañera cuando una intenta darse un relajante baño. Mientras se llena, él se pasea elegantemente por el borde y va mojándose sus patas hasta que, inevitablemente resbala y cae dentro. Esto le ha ocurrido en unas cuantas ocasiones produciendo unos daños colaterales que van desde el mojado de todo el baño, hasta el centrifugado de su pelaje, con histéricas sacudidas de él mismo, hasta que se le puede coger y secar con una toalla. Mientras, si no ha habido suerte y se ha escapado corriendo por todo el piso, deja agua suficiente por el suelo como para paliar la sequía. Un ángel.

De las otras manías, que las tiene, ya hablaremos. Ahora, solo comentar que su "verdadera dueña" volvió de la isla para ya quedarse en Barcelona y que por suerte, lo hizo sola, aunque como ya se verá, también esto duró poco. Continuará....

Follet de camping


domingo, 25 de noviembre de 2007

jueves, 22 de noviembre de 2007

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Nunca digas nunca jamás ¡Manda Bigotes! Capítulo Ocho

Cuando te despides de una mascota, con el inmenso dolor que eso supone y que sobra describir aquí, solo tienes un pensamiento en la cabeza: NUNCA MAS.

Paradójicamente, todos los que te rodean también tienen otro con el que te regalan los oídos machaconamente: PRONTO TENDRÁS OTRO.

A lo que tú, repites por enésima vez que JAMAS. ¿Y cuanto dura esa firme decisión en la que sólo por una vez te habla la cabeza y no la maldita víscera a la que conocemos como corazón?. En mi caso NADA.

He explicado en el capítulo 7 (muy por encima) como fué nuestra primera gata y que todavía quedan vestigios de su paso por nuestra vida. Pues bien, después de jurar y perjurar que nadie borraría ni sus huellas (que son muchas) ni mi idea de no poner a ningún otro animal en casa (firme como el acero), no solo no lo cumplo si no que me vuelvo blanda como un merengue y cojo no solo uno si no DOS. Y si creeís que había pasado un cierto tiempo prudencial entre la despedida de la primera y la venida de los segundos, craso error: habían pasado TRES míseros días.

Me explico: al tercer día, yo también resucité y como mi hija amantísima estaba igual de floja que yo, entre las dos empezamos un tour por toda Barcelona para ver si encontrábamos un cachorro al que malcriar y que de paso paliase un poco la tristeza que nos había dejado la gata. En las tiendas parecía que había habido rebajas ya que, por extraño que parezca, al no ser época de cría, nos encontramos con que los poquísimos que había o eran de razas muy especiales, con un precio también especial o te decían que ya te llamarían cuando tuviesen una camada. Al querer uno "normalito" nos quedamos con las ganas.

Entonces se nos ocurrió otra idea: ver en algunas publicaciones las secciones de animales y entrándonos la vena altruista decidimos coger alguno que hubieran recogido a este efecto. Así contactamos con alguien que tenía en su casa una camada, de unos tres meses, que se había encontrado en un terreno de su pueblo y que regalaba a quien los quisiese. Pusimos la directa con idea que quedarnos el que ella nos describió como "ideal" por bueno, bonito y ya de paso barato.

Cuando llegamos y tocamos a su puerta, aquello ya fué un comienzo premonitorio. Empezaron a salir gatos y más gatos y ante nuestro asombro, por no decir embobamiento, la señora nos dijo que todos los demás también los daba, que estaban recogidos del mismo lugar y que se trataba de un solar al lado de su casa en el que había una colonia felina de la que ella iba rescatando los que podía, para colocar posteriormente en una "buena familia".

Rediez, pensé de inmediato. De aquí no te vas a marchar de rositas, maja, pensé también. Y así pasó. Cogí en mis brazos el que ella me había publicitado ampliamente como que tenía en sus manitas como calcetines blancos, que era muy bueno, que tenía el pelo como el azabache, que el morrito era como un antifaz blanco, etc.etc. Hasta ahí todo verdad. Pero no matizó que estaba lleno de ácaros, que el pelo azabache era un estropajo, que el morro y los calcetines eran más bien grises y que en conjunto todo él era una piltrafilla. Pero no nos importó nada porque el muy cuco, así que estuvo colocado en mis brazos, se apoltronó de tal manera que parecía le hubiesen encolado.

Pero amigos, cuando la señora hacía retirarse al resto, descubrimos en un rincón un pequeño ovillo negro, negrísimo, que al tacto solo se notaba pellejo y ojos. Nos miraba con esa cara que solo saben poner los animales y que nosotros interpretamos rápidamente: QUIERO IR CONTIGO. Y yo os digo que mi intención era férrea e inapelable, hasta que me colocaron aquel amasijo de huesos en brazos también. Si el otro se estaba quieto, este ya directamente estaba catatónico y temblando como hoja de perejil. Era frágil y era un crimen dejarlo ahí entre tamaña jauría, así que ahora venía el dilema: O el Brad Pitt de los calcetines o la bolita negra necesitada.

Dos segundos y.... LOS DOS.

Así fué como entraron en casa los gatos PEPO y LUA.

A Pepo lo llamamos también "cartujo" ya que una de sus aficiones favoritas es la de internarse en su armario preferido y no salir de él excepto para comer y otras necesidades, por eso lo comparamos con los monjes de esa orden. Eso sí, a media tarde se deja caer entre los humanos y nos regala su presencia imponente hasta la noche. Es grande y serio, noble con todo el resto de tropa y el único que pone orden cuando puede. Si no, pone los pies en polvorosa porque ante todo es sabio. Efectivamente, se gasta una especie de botines que ahora sí que son blancos, blanquísimos y luce un pelaje que para mí quisiera yo. Costó mucho sacarlo adelante porque estaba bien "perjudicado" por la vida a pesar de sus cuatro meses, pero se consiguió y hay constancia de ello en este blog.

El ovillo negro resultó ser una gata, Lua (luna en galaico) que pasó a ser el animal más espectacular de cuantos han pasado por esta casa. Lavada y cepillada, recuperada de sus males y de sus hambres, resultó ser de cruce con angora y lucía majestuosa para todas las fotografías que se le tomasen. Era como una esfinge azabache con inmensos ojos verdes. Muy reservada, era la imagen que yo veía cuando miraba a mi alrededor. Siempre cerca de mí, ahora, cuando demasido pronto ya no está, parece que la busque con la mirada. Le encantaban los cepillados y el aseo y aunque sea cursi, realmente era una dama, felina, pero dama.

Así fué como llegó a casa el lote al que yo denominé EL ULTIMO, y que naturalmente, los demás se encargaron de que no fuese así, pero esa es otra historia.

Don de lenguas


domingo, 18 de noviembre de 2007

El primero ¡Manda Bigotes! Capítulo Siete

Volvamos al principio para entender como se llega hasta poder contar tantas peripecias. Después de que ya te han colocado el primer gatito, pasas una temporada ambigua en la que vas del embobamiento propio de madre primeriza, a los juramentos en arameo dadas las habilidades del cachorrito. Empiezas a entender que ya nada va a ser igual, es decir, tu vida cambiará pero tu casa cambiará todavía más. Ni IKEA va a redecorar tanto tu hogar como tu gato.

Cortinas, sofás, alfombras, paredes, plantas, camas, y así un largo etcétera, van a sufrir una transformación digna de una de esas secciones de las revistas en las que contrastan el antes y el después y eso que no han estudiado Interiorismo.

Cuando orgulloso, el animalillo te mira como invitándote a la contemplación de sus "creaciones", tú, en tu calidad de novata, apenas puedes articular palabra con que maldecirle ya que no dejas de verle como el tierno bebito peludo que es, pero cuando va creciendo ya has aprendido que aunque te salgan expresiones a miles no hubiera servido de nada, ya que el gato es un pasota por naturaleza al que los gritos solo le afectan por lo delicado de su pabellón auditivo, no porque les entre un canguelis de cuidado al verte hecha una fiera. De eso nada. Como mucho, correrá a esconderse pero no temas, que no le durará ni un suspiro el confinamiento.

Este primer cachorro va a ser privilegiado como el primogénito humano y va a tener todo a su disposición y su único problema va a ser el ir cambiando de sitio todo el día para dejar caer sus carnes y repartir pelusa por toda la casa. También va a estar más aburrido que una ostra y por tanto será un potencial gato maduro obeso, ya que toda su actividad se reducirá a comer y dormir. ¡Qué envidia! Esto dará pie a que apenas intuya que vas a llegar a casa, se plantará cual celoso vigía cerca de la puerta y así que entres se va a convertir en tu sombra, no si antes haberte demostrado efusivamente todo lo que te quiere, y eso, invariablemente cada día. Desde luego, ya quisiéramos el mismo proceder en el resto de la familia.

Todo esto ocurrió con nuestro primer gato, que después de muchos días de creer que era eso, GATO, caímos del limbo y tuvimos que rebautizarlo cual minino transexual se tratase: ERA GATA. Ya empezábamos bien....

Fué una gata extremadamente aplicada en todas las tareas que antes he mencionado. Sus labores de "frivolités" (sacado de hilos) en colchas, abrigos y sobre todo en cortinas, eran dignas de premio si hubiera concursado, pero yo, inexperta en la materia, me limitaba a propinarle una mínima colleja que no debía impresionarle en absoluto, dado el interés que ponía en superarse. Y si se piensa que eso amaina con la edad, de eso NADA. Tal ha sido el volumen de trabajos que ha realizado en esta casa, que ya habiendo pasado algún tiempo todavía quedan vestigios visibles de su sabiduría. Y lo que es grave es que ahora los mire con ternura.

Si hubiésemos querido un temible perro guardián, no hubiéramos hallado uno mejor que nuestra gata. Cualquiera que picase a la puerta lo primero que veía es una masa peluda, curvada y con la cola erizada como un plumero, emitiendo unos gruñidos dignos de un tigre bengalí que, naturalmente, causaban impacto. Más de un ingenuo visitante se ha llevado una "firma" en sus manos, al no calibrar suficientemente los alaridos de la minina y decir aquello consabido de "yo no les tengo miedo..." y querer tocarla.

También ha sido una gata/atleta. Sus corridas por el largo pasillo de casa, las han disfrutado los vecinos de abajo durante todas las noches de su vida. Ella misma se montaba las carreras, sin nadie que la interrumpiese, con alevosía y nocturnidad. Al ser grande de tamaño se oía divinamente. De todo ello dejó constancia en las paredes del pasillo, ya que para coger más velocidad daba enormes saltos contra la pared y por tanto imprimía sus huellas por doquier hasta tal punto que parecía el estampado de un papel pintado.

Fué una gata muy "informada" como se verá. Cuando nos poníamos a leer el periódico, ella se ponía al lado, hasta que, directamente, se tumbaba encima de él y debía de serle hartamente provechoso ya que hasta que podíamos pasar otra página podía haber salido ya el del día siguiente. Con los libros, idem. Y con la tele... Eso de estar viendo una película y ella estar como una esfinge en medio de la pantalla, tapándola claro, era como el pan nuestro de cada día.

Era un animal imponente en físico y de carácter, pero altamente protectora con los de casa. Fué la primera mascota y por tanto algo así como el primer amor, inolvidable. Se llamó DINA y es el prólogo de los otros cinco que han venido después.

The Boss: Pepo


Tu descansa...que yo controlo


jueves, 15 de noviembre de 2007

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Visita al veterinario ¡Manda bigotes! Capítulo seis

En el capítulo cinco, nos habíamos quedado cuando ya toda la tropa estaba bien colocada en transportines y ahora explicaré cómo comienza el difícil trance de llegar hasta el veterinario, o lo que es lo mismo, el calvario.

Ya sólo bajar en el ascensor la cosa es complicada. Para empezar, hay que amontonarlos uno encima del otro, cosa que como es de suponer, no gusta nada a las delicadas fierecillas. Eso da paso a que una tenga la oportunidad de creer que está mismamente en Kenya o Tanzania, ya que ni los leones en celo de las llanuras africanas emiten tantos gruñidos en apenas un m2. que tiene el habitáculo. Os aseguro, jugándome hasta la última pestaña, que no van a callar hasta que no lleguen de nuevo a casa y campen a sus anchas. Entonces enmudecen hasta el próximo año.

Ya metidos en el coche, una procura ponerles cómodamente alineados en el asiento posterior e intenta calmarlos diciéndoles tonterías varias, cosa que a ellos les resbala, y de que manera, y lo único que se consigue es que te miren, sin dejar de gruñir, con una cara a la que tampoco está una acostumbrada, sintiéndote poco menos que verduga. Y eso que van sólo a una simple vacunación que si no....

El viaje, aunque corto, a una le parece una romería y mientras dura, me hago el firme propósito de que al llegar a casa y sacar a los mininos, de cena me haré una tortilla de Valiums.

Y todo eso yendo en el coche propio, que si vas en taxi la cosa tiene guasa. A saber:

Para empezar, ya tienes que ir, como mucho, con dos gatos y llevarlos en un solo transportín para que no cunda el pánico. Las reticencias de los taxistas son reales y normalmente, ya te tienes que hacer a la idea de salir con mucho, mucho tiempo, antes de que haya esa excepción que se va a parar a tu lado y te recoja. Una mira entonces a su alrededor por si a quien va a subir es a otra persona, pero no, ha habido suerte y es por "una y sus circunstancias" por quien se ha apeado. Casi siempre son a quienes les gustan los animales, que si no empiezas a pensar que eres transparente y pasan de largo porque sencillamente "no te ven". JA.

Cuando por fin llegamos al veterinario, en este caso los cuatro misinos, yo y quien me acompañe, pasamos al desembarque, que también tiene lo suyo, ya que al llegar lo más facil es que la gente que pueda haber en la sala de espera crea que llega Angel Cristo con su circo, no sólamente por los consabidos gruñidos, si no porque se empiezan a entrar transportines, uno, otro y así hasta cuatro ( cinco hasta hace poco) y con eso vaya si se puede montar un circo...

Cuando entras ya a la visita, el facultativo emite la primera sentencia sin haber desenfundado todavía a los misinos: "ESTÁN MUY GORDOS", a lo que, invariablemente, una va a poner cara angelical o de despiste y también, como siempre, responderá: "no puede ser... si comen como pajaritos". Y una cree que el diagnóstico visual estará motivado por la curvatura de mi lomo cuando cargo con el transportín, con lo cual, la próxima, apareceré más tiesa que un palo al objeto de aparentar ligereza. Tiemblo ya pensando que eso lo dice con el gato aún metido dentro, pero ya es que me da un yuyu cuando pasa al pesaje real y ya entonces nadie me libra del galénico discurso: "que no es bueno para su salud, que lo acusarán cuando sean mayores, que si el hígado, que si los huesos, bla, bla, bla. Me receta pienso ultralight y me pauta unas raciones que creo que cuando se las ponga, me van a mirar pensando que eso es el rancho de las hormigas, a lo que yo, con cara de pena, le prometo por mis colmillos que la próxima vez que los lleve, va a creer que ve sílfides del Olimpo. La cara del facultativo me sorprende porque sólo denota incredulidad. ¿Porqué será?.

Cuando crees que ya has pasado todo el trago, te das cuenta que queda el peor: pagar la visita de los cuatro, la cual comprende la vacunación, corte de uñas, limpieza de oídos, etc.etc., y eso si que duele. Durante algún tiempo una se va a tener que olvidar de practicar el shopping y otros menesteres gravosos y como mucho frecuentará el Caprabo y va que arde, y si coincide con las vacaciones de verano, que os voy a contar. Mejor montar una tienda de campaña en la terraza, así de paso, te quedas cerca de tus gatos.

Será por bigotes....


martes, 13 de noviembre de 2007

lunes, 12 de noviembre de 2007

Visita al veterinario ¡Manda bigotes! Capítulo cinco

Si hay un día en el que una se levanta particularmente irritable, casi siempre es el que va a visitar al veterinario por el tema de la vacunación masiva. Ya el día anterior se va produciendo un caldo de cultivo, parecido al vinagre, que al amanecer ya se ha transformado directamente en veneno. ¿Exageraciones?. De eso nada.

Empieza el día "D" con la firme decisión de no ponerse de los nervios, y es que una sigue los consejos del facultativo consistentes en infundirse tranquilidad, al objeto de no poner a mil a la tropa. A medida que pasan los minutos, una se da cuenta de que la psicología moderna es un rollo y que aunque, maduramente, trates de llevar a los misinos tranquilamente, el desarrollo de los posteriores acontecimientos te demostrará, inevitablemente, que vas como de camino a la cruz.

Una todavía se pregunta porqué cuando te diriges al altillo, cosa que solo ocurre un par de veces al año, ya todos saben que vas a bajar los transportines (para ellos sinónimo de tortura segura), cuando en el mismo altillo hay cosas como para llenar el Rastro. Siempre aciertan.

Cuando ya los has bajado al suelo y abre las puertas lentamente con el inocente esperanza de que vayan metiéndose en el interior, empiezan las carreras. Ni la de San Silvestre en Madrid, ni la maratón del Corte Inglés en Barcelona, convocan a tan veloces atletas. Luego, el problema es encontrarlos ya que son vistos y no vistos. Comienza entonces una desesperada búsqueda en la cual los minutos pasan como un suspiro. Cuando ya han pasado algunos (generalmente muchos), aparece el primero agazapado en lo más recóndito de detrás de un sofá. Una lo mueve con ganas para ver si sale, pero el gato parece que queda abducido por la pared y literalmente desaparece. Vuelta a empezar.

El minino se ha ido a la otra punta del piso, que es mucha punta, y una corre que se las pela porque ha creído divisar a otro. Hay suerte y suspira pensando en el "codiciado botín". Se dirige debajo de la cama y efectivamente, cuatro ojos como faroles la miran entre desafiantes y resignados. Una trata de calmarles prometiéndoles hasta el cielo pero los gatos erre que erre. Una pasa al plan B consistente en ponerse a su altura, es decir, arrastrarse cual gusano patatero por debajo de la cama y tratar de coger alguna cola y estirarla hasta que el gato ceda. Efectivamente así pasa, no si antes haber dejado al felino casi sin rabo, pero es que a una ya no le queda más compasión que para sí misma en esos momentos. Ultimo tirón y zas, metido en el transportín. ¿Y el otro? Buena pregunta y fácil respuesta: ha huído.

Vuelta a empezar. El segundo siempre cuesta coger más que el primero, ya que el factor sorpresa no nos va a ayudar. El muy resabiadillo ha visto la táctica enemiga y se marca un objetivo: hacerse invisible.

Una cree que conoce todos los rincones de su casa, pero en dias como ese se da cuenta de que deben existir lugares en los que sólo los chinches pueden esconderse. Después de sentarse en el sofá y recobrar fuerzas y respiración, parece que la inspiración divina ha llegado por fín y pasa a ver si detrás de la nevera cabe algo más que polvo. ALELUYA, si hay que creer se cree, porque se ha producido el milagro. Amontonados uno encima del otro, como si de un solo pellejo se tratase, ahí está el prófugo con un tercero. Los animalillos la miran resoplando furibundos y como una no se amilana, sobre todo porque es tarde, zas, tambien cogidos.Eso sí, ellos muy dignos, no se van a entregar al enemigo sin oponer resistencia y proceden a dejar un sinfín de huellas en las manos de su capturadora. Y porque no le ven la yugular, que si no....

Pasada casi una hora del inicio de la refriega, una ya está contenta porque solo le queda un misino que coger.

Después de divisarlo y correr arriba y abajo, abajo y arriba, alrededor de la mesa o de la cama, una, que jadea con respiración pre-mortem y ya no está para tonterías, agarra al último gato y lo mete en el transportín con la misma rapidez con que la NASA envía un cohete a la luna y es que el tiempo es oro y a una se le ha agotado hace rato.

El trayecto hasta llegar, es otra historia... (continuará)

Los lunes al sol


sábado, 10 de noviembre de 2007

Dina estudiante


Cuidados y aseo ¡Manda Bigotes! Capítulo Cuatro

Desde su más tierna edad, estos peludos angelitos desarrollan un gusto por el aseo pelín exagerado en relación a los humanos, ya que después de cada función que realizan, aunque no sean muchas, lo practican. A saber:

Cuando se despiertan, previo paso hasta ir a buscar el desayuno, lo primero que hacen es lavarse su delicada faz. Eso sí, no con mucho ahínco ya que el clik de la lata los pone a cien, y rápidamente dejan la tarea, para practicar la de correr veloces a la cocina.

Después de comer, se dirigen a cualquier sitio donde apoyar los lomos y se limpian la cara hasta no dejar ni rastro.

Cuando visitan su aseo, pasan más rato cubriendo lo que hayan dejado que en hacerlo, dejándo la cubeta de arena más que presentable para la próxima visita. Pero amigos.... como en todas las familias siempre hay esa honrosa oveja negra que contradice lo anterior y se deja "algo" colgando, cosa que tampoco es preocupante para su higiene porque rápidamente se dará cuenta y buscará una buena colcha o un buen sofá, en donde arrastrar su trasero en un ejercicio que a la vista humana resulta bien sorprendente, ya que es como practicar esquí pero sentado (eso en invierno) y en verano hará lo propio pero en el suelo, habilidad que dejará, en ambos casos, huellas difíciles de borrar como no te des cuenta al momento.

El pelaje. Ellos mismos se practican un cepillado exhaustivo en su poblado cuero cabelludo, consistente en dos modalidades. Una: lamidos interminables que les pueden dejar como el John Travolta en Grease ó dos: revolcarse en las superficies de su gusto, véase jerseys de lana bien plegados, mantas, colchas, toallas. etc. o sea, superficies de su exquisito gusto donde dan vueltas y vueltas hasta depositar infinidad de pelos multicolores con los que nos podíamos hacer una peluca cada día.

Mención especial merece el sofá y en algunos casos, un buen sillón. Es su lugar de aseo favorito y el más polivalente. En ambos elementos se sentirán mejor que en el más lujoso baño de Porcelanosa y allí se dejarán, literalmente, desde los bigotes hasta las uñas, pasando por todo resto de comida que su estómago no haya digerido( horribilis vómitus), hasta todo tipo de cacería practicada en los únicos momentos de trabajo a los que los animalitos se dedican: hormigas, moscas, etc. Todos esos trofeos, también los dejan bien a la vista para que veamos que se ganan el pan que se comen, y claro está, no podrían depositarlos en otro lugar mejor que nuestro sitio preferido al llegar a casa.

En ambos elementos de descanso, así como en la cama, también desarrollarán, aparte del aseo, una vena artística a la que los humanos no le sabemos encontrar el gusto: sacar hilos e hilos y contra más, mejor, muestra a la que los dueños sólo podemos asistir de dos maneras, cabreados o resignados. Ante el cambio del elemento por atroz desgaste y ruina, los angelitos se pensarán que estamos tan satisfechos con su labor que les ponemos algo nuevo para que disfruten con sus habilidades, y por tanto no nos defraudarán. Seguro que piensan que se tienen que afanar y cada vez van a poner más y más esmero en esa ardua tarea.

Si creemos que para el afilado de sus uñas hemos encontrado el utensilio ideal que nos va a librar del mencionado hobby...vamos finos. Una va a la boutique a rascarse el bolsillo por enésima vez y le compra un maravilloso armatoste rascador que ha visto en el catálogo. Las medidas se las traen. Has de tener un espacio libre que para tus cosas quisieras, pues entre alto y ancho ocupa lo suyo. Pues bien, pasan por delante, lo miran de reojo, lo tocan despacito como si mismamente se enfrentaran a KING KONG y finalmente se dan la vuelta aburridos de la vida. Conclusión: al cabo de muchos, muchos días de esperar reacción alguna, lo quitas irremediablemente para indilgarlo a algún amigo neófito en el felino tema. Que cargue él con el muerto....

Después de comprarles lindezas para todo, pasas a lo más rústico: el felpudo. Por fín crees que has encontrado la solución y por unos instantes te crees Einstein. Se lo compras rudo y grueso para que se dejen allí las uñas y hasta la piel si es necesario. Grandioso error. A los peludos misinos les gustan las alfombras finas, finísimas y delicadas, mayormente con objeto de meterse debajo y correr por dentro como el AVE haciendo alocados zigszags, con lo que la desplazan a su gusto y la arrugan más que una pasa. Eso sí, les hemos dado un gusto que les hace creer que eso no es para nada un elemento de aseo si no más bien de juerga.

Indirectamente también contribuyen al aseo del amo. Una se levanta, se toma su café, se despeja y horreur.... empieza a ver por el piso más pelos que en un Llongueras por Nochevieja, con lo cual o una se vuelve Steve Wonder o lo más probable será que acabe como una delicada tiquismiquis a la que se verá la mayor parte de sus horas libres pegada al aspirador, mopa, escoba o cualquier otro utensilio del estilo. Una opta por lo segundo, más por verguenza que por ganas, con lo cual se llega a la conclusión de que tienes que agradecerles a los misinos que te hayan convertido en una damita superlimpia y que ellos te vean como una hada de la varita, en mi caso del palo.

También se podría hacer un estudio sobre porqué teniendo la cubeta de su aseo a muchos metros del humano dormitorio, hay días que no sabes si salir de él en zapatillas o en camello, dada la arena que te vas encontrando al paso. No es que el volumen de para hacer un castillo, pero extraño si que es.

Optas por la cristiana resignación y ala, a barrer. Así, varias veces al día cuando hay más de un gato. Y hablando de la cubeta, todavía puedes agradecerles de que no les fallen esos ejercicios de equilibrio en los que consiste en mantenerse erguidos mientras hacen algo y no salga nada por fuera. Gracias bonicos, gracias.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Alimentación ¡Manda Bigotes! Capitulo Tres

Todos los gatófilos creeemos en la vinculación del olfato y el gusto con este tema pero tratándose de los bigotudos amiguetes deberíamos ya saber que eso es demasiado sencillo para ellos y que necesitan aplicar un tercer sentido parahacer más interesante eso de ganarse las habichuelas. A saber: EL OIDO. Ahora vereis de que manera tan sorprendente incide la finura de ese sentido en la alimentación felina.

Para confirmación de ese dato nos ceñiremos a la más universal de las pruebas: una va a la cocina, abre un armario haciendo menos ruido que un fantasma, toma una minilata y hace un clik que ni los radares del Pentágono detectarían a un metro y....SORPRESA: cuando te vas a dar la vuelta para llamar con un potente chorro de voz a la tropa (en mi caso), va y se encuentra con ocho ojos expectantes por ver cual es la delicatessen del día. Una se pregunta como es posible que en otras ocasiones te desgañites llamándolos sin éxito alguno hasta que tienes que ir tu al sitio. Entonces se te enciende la luz y piensas que si Goya estaba teniente del oído, a lo mejor es que ellos también van para artistas y te consuelas. Después, piensas en el pequeñísimo clik de la lata y llegas a la conclusión de que genios no se si serán, pero que el oído si que lo tienen finísimo.

De ahí se deduce que con esta peculiaridad se come más, sobre todo si llegas el primero, y por supuesto MEJOR, ya que no te molestan los demás.

Pasemos al olfato. Cuando, extrañamente, una ve que se acercan lentamente hasta la comida en lugar de correr como posesos al ansiado ágape, es que su delicado sentido ha detectado que el menú del día no merece esfuerzo alguno, así que proceden a mirarlo con cara de pena, dando vueltas alrededor de los comedores y finalmente, cuando se deciden a poner el hocico en alguno de ellos, solo es para sacar delicadamente cuantos trozos les de la gana y los esparzan por el suelo. Quiero pensar que lo hacen con la inocente idea de que el paseo por las baldosas les mejorará el rancho y no para fastidiar.

Cuando una pasa a reñirles, ya que para más inri sus latas son como patés, quedando un pastiche de cuidado, los angelitos te miran interrogantes y seguramente pensarán que son unos incomprendidos, ya que la única finalidad de ese esparcimiento es el ayudar altruistamente a que todo morador de la cocina salga de casa habiendo practicado deporte, es decir, algo parecido al skating cuando se resbala. También habrán pensado en que alguna hormiga podrá alimentarse sin esfuerzo alguno gracias a su contribución. Que buenos....

Vayamos al Gusto. Una sabe que lo tienen.... aunque dudoso al raciocinio humano. Y si no ¿porqué cuando uno se espera que poniéndoles lo último en nouvelle cuisine felina, tipo "bocaditos de salmón con petite juliana " o "taquitos de cordero en salsa de gamba langostinera" etc.etc., pasan de ávida expectación al terrible insulto de la indiferencia?-

La respuesta está en que los pobres no ven la tele y no se han enterado que los gurus de la cocina de ahora son Adriá, José Andrés, Berasategui y Cía. y que por tanto no están nada influenciados por esas corrientes transformadoras que convierten un simple pollo guisado en "ESPUMA DE ETEREA AVECILLA AL AROMA DE ARMAGNAC" y eso que una cree que les ha dado una educación exquisita.

Por el contrario, cuando una llega a casa con su bolsa de pollo al ast, antes de sacarlo ya la empujan con el hocico al objeto de que no te olvides de ellos y no hablemos de las vulgaris sardinas asadas. Lo más de lo más. En un parpadeo habrán desaparecido de sus comedores dejándolos como los chorros del oro, signo inequívoco de satisfacción gatuna. Y con las latas de su gusto, lo mismo. Y si es posible repetir el menú cada día, mejor. Los cambios siempre se los miran con recelo, por no decir ASCO.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Alojamiento ¡Manda Bigotes! Capitulo Dos

Cuando resignado aceptas que ya tu casa no va a estar nunca más "como para comer sopas en el suelo"o lo que es lo mismo, ya has claudicado y te han introducido el primer gatito, tu primer problema va a ser donde le vas a ubicar sus cosas. Parece una tontería pero de eso nada de nada.

Tu te esmeras en comprarle una cama digna de un marajá, lo más fashion posible, mullida y confortable y esperas que el animalito retoce de placer a la primera y se dedique a prodigarnos interminables signos de satisfacción. Pues NO. Puedes jurar que, como mucho, estará unos ratos los primeros días y luego pasará por delante como si la cama fuera invisible y buscará con toda naturalidad rincones de los más variopintos en los que colocar su cuerpo serrano, eso sí, cambiando a menudo de sitio para no aburrirse. Eso nos obligará a colocar estratégicamente más fundas que todo "El Corte Inglés" y más nos valdría hacernos accionistas ya que éstas no duran eternamente y se van a tener que cambiar muy a menudo. Cuando alguien nos pregunte porqué tanto cambio, va a ser difícil hacerles creer que hoy en día, con tanto diseño, los tejidos son de extrema finura y no aguantan los embistes de los animalillos.

Si extrañamente alguno se acostumbra a su cama, lo vamos a mirar como si le sucediese algo y hasta le tomaríamos la temperatura por si tiene fiebre.

Caso aparte es uno de los míos que además de ignorar su cama, cuando se digna a probarla le da unos bandazos antes al objeto de personalizarla, con el resultado de que en ocasiones la gira del revés y se coloca de tal manera que uno piensa ¿porqué se lo monta tan difícil?. De un gato nunca cuestiones los porqués. Pierdes el tiempo.

Cosas de misinos para análisis humano ¡Manda Bigotes! Capitulo Uno

Lo que a continuación se exlicará puede parecer broma o hasta exagerado de ser verdad, pero puedo asegurar a modo de "puedo prometer y prometo" que todo es absolutamente cierto y únicamente es fruto del sinfín de situaciones y vivencias que tenemos la suerte o la desdicha de padecer los que por distintas circunstancias que se explicarán, convivimos con felinos y otros animales en casa. Palabra de blogger.

COMO EMPEZÓ TODO

Pueden ocurrir dos cosas. A saber: Una, que vivas solo/a y que un día iluminado te de la vena y pienses que es una lástima tener un piso impoluto y que ya sería hora de probar en propias carnes como debe ser eso de caminar entre alfombras de pelos, la cama como si hubiera pasado un tornado, tropezar con juguetitos varios, paredes con huellas indelebles al Mr.Propper, etc.etc. y mira por donde te da por hacer el voluntariado de tu vida y decides adoptar a un tierno gatito con el que dar ese giro sustancial que todo ser humano necesita en un momento de su existencia. Puedo asegurar que ¡VAYA SI CAMBIA LA VIDA!.

Y dos, que tengas un hijo/a que le de por recoger todo lo que parpadea y que por tanto lleve hasta extremos, que aquí no calificaré por decoro, aquello de donde comen dos comen tres (o cuatro, cinco......) y así poco a poco te ves adoptando todo lo que te traen por casa (no sin antes proferir advertencias inútiles que no te van a servir de nada y si no al tanto) con lo cual llega un momento que de no asomarte al balcón y ver la Sagrada Familia sobre el asfalto, tendría la sensación de estar viviendo en el Arca de Noé.

Una cree, inocentemente, que cuando su pequeña criatura le pide por primera vez, casi sin saber hablar, que ponga un animalito en su vida y así lo hace, va a tener bastante por los siglos de los siglos AMEN y que se va a cansar cuando pasen dos días y se aburra. En el caso del gato GRAN ERROR. ANTES SE CANSA EL MISINO DEL ANGELOTE.

Por tanto, es tan fácil la convivencia del futuro/a recogetodo con los gatos que cuando pasan los años y tiene la suerte de tener su propio piso mileurista, pasa a un status superior en el cual el misino ha quedado generalmente en casa de los resignados progenitores. Pero ya se le ha despertado aquello que tan largamente había estado dormido: las ganas de tener perro.

Sí, amigos, si, los padres pensamos siempre que empiece con lo fácil (sobre todo porque a nosotros también nos dará menos faena), pero es que no sabemos que ésto irá in crescendo y que poco a poco la consigna será TARDE O TEMPRANO LO TENDRÉ y efectivamente así lo hace.

Sabemos que eso es siempre comienzo de grandes debates pero también de grandes afectos y que pasaremos a ser de canguros enfurruñados a acogedores amos a los que la vida se nos va a complicar por secula in seculorum. Y ya no digamos cuando las especies se empiezan a diversificar hasta tal punto que el especímen raro en casa eres tú y si no que me dices de un lugar donde han pasado tortugas, conejos chinos, dragoncillos de jardín, perros, pájaros, etc.etc. y otros inquilinos.....Aburrido no estás.

De momento el balance queda como sigue: 4 gatos, 2 perras y dos tortugas. Esos los fijos. Luego están los itinerantes que casi siempre son canguros que uno necesita hacer para complicarse la vida un poco más: canes varios vinculados a la family, a los que sus dueños en un ataque de bondad infinita, antes de alojarles en un hotel para el género que les cueste unos cuartos, deciden hacerte el grandísimo favor de alegrar tu anodina vida con el tutelaje temporal de sus mascotas. Y tú contento. Lo más fastidiado es que cuando se los llevan no dejas de añorarles. Vaya tela....como si tu no tuvieras bastante con los tuyos.

Ese es el comienzo. Hasta el final tiene que llover mucho.

¿Lloverá hoy?


Desayuno en familia


Valgo por dos


I love Freddy Mercury


¿Me llamará Brad Pitt?


Donde caben dos ......


miércoles, 7 de noviembre de 2007